En un mundo donde los textos salen más rápido que los memes y donde cualquiera puede generar un ensayo, una receta o hasta una carta de amor con solo escribir un prompt, surge una pregunta casi existencial: ¿esto lo escribió una persona… o una IA con ganas de hacerse la culta?
La verdad es que estamos entrando en la era del texto indistinguible, donde la línea entre lo escrito por humanos y lo generado por máquinas es cada vez más borrosa. Pero aunque los modelos avanzaron una barbaridad, todavía dejan pistas. Como si fueran robots tratando de pasar por humanos en una cena familiar: tarde o temprano, se les nota.
Así que, si alguna vez te preguntaste si ese artículo, ese comentario sospechosamente neutro o esa reseña con frases perfectamente formateadas fue escrito por una IA, acá van algunas señales para activar el radar.
Primero, la estructura perfecta hasta lo sospechoso. Los textos generados por IA tienden a ser muy ordenados. Tan ordenados que a veces parecen hechos por alguien con TOC sintáctico. Cada párrafo tiene casi la misma longitud, cada oración sigue una estructura sujeta-verbo-predicado de manual, y el desarrollo de ideas parece salido de un curso de redacción nivel 1. Si el texto fluye demasiado bien pero no te dice mucho… puede ser IA.
Luego está el tema del tono neutro, como si lo hubiera escrito alguien que no quiere ofender ni emocionar. La IA todavía tiene dificultades para clavar un tono humano auténtico. Le cuesta sonar irónica sin exagerar, emocional sin parecer una telenovela, o divertida sin caer en el cringe. Entonces si todo el texto suena como una charla en LinkedIn pero sin alma, es un sospechoso.
Otra pista clave: repetición de ideas con otras palabras. Los modelos generativos a veces giran en círculos, como si tuvieran miedo de quedarse sin contenido. Reexplican lo mismo, reformulan ideas sin necesidad, y terminan diciendo mucho sin decir nada. Es como una especie de “palabrería elegante” que no termina de profundizar.
Y ojo con los errores extrañamente correctos. Una IA difícilmente va a cometer errores ortográficos, pero puede meter pifias conceptuales. Por ejemplo, confundir hechos, inventar datos con mucha seguridad o citar fuentes que no existen. Esa confianza robótica para afirmar cosas falsas es una de sus firmas más obvias.
También está la falta de referencias personales o contexto vivido. Una persona que escribe sobre una experiencia suele dejar marcas: algo que vivió, un ejemplo real, una anécdota. La IA no tiene vivencias, así que si todo suena demasiado “objetivo”, sin una gota de subjetividad o sin contexto real, es sospechoso. Nadie escribe sin dejar un poco de sí en el texto… salvo que no tenga un “sí” que dejar.
Una herramienta útil para cazadores de textos robotizados es prestar atención a los cierres de párrafo y conclusiones. Muchos modelos tienden a cerrar con frases cliché tipo “en conclusión”, “por lo tanto” o “como hemos visto”. Y no es que un humano no lo haría, pero cuando todas las conclusiones suenan a copy-paste de enciclopedia, empieza a oler a IA.
Y sí, existen detectores automáticos, como GPTZero, ZeroGPT, Winston AI o el propio detector experimental de OpenAI (aunque este último fue retirado por baja precisión). Algunos funcionan decentemente, pero ninguno es 100% infalible. Los textos cortos los confunden, los editados los engañan, y los bien curados pasan como si nada. Así que conviene usarlos como complemento, no como oráculo.
Ahora bien, también hay que decirlo: la línea entre texto humano e IA se va a seguir desdibujando. Especialmente cuando los creadores empiecen a mezclar: usar IA para armar un primer borrador, luego meterle alma propia, ejemplos reales, opiniones personales. En ese punto, distinguir qué parte es “IA pura” y cuál no, se vuelve complicado hasta para un algoritmo.
¿El futuro? Probablemente vamos hacia una convivencia inevitable. Más que detectar si algo lo hizo una máquina, el verdadero foco va a estar en si ese contenido es útil, veraz, bien escrito y tiene sentido. Porque si una IA puede escribir algo que te informa, te emociona o te resuelve un problema… tal vez no importe tanto quién lo escribió.
Pero mientras tanto, si ves un texto demasiado limpio, impecablemente aburrido, lleno de vueltas elegantes pero con poco jugo, capaz que lo escribió una IA con complejo de bibliotecario.
O alguien que escribe como tal.